Bergoglio como papa

Reconocemos en la elección del cardenal Jorge Bergoglio como nuevo papa un homenaje del catolicismo a la religiosidad de nuestro pueblo, que sigue peregrinando a los santuarios de la virgen y llevando ofrendas a los altares a todo lo largo y ancho del país. Sin embargo, muchos templos están vacíos, no por obra del demonio, sino por el desencanto que las jerarquías generaron en el pueblo. SIGLA recuerda con amor al Padre Mugica, al obispo Angelelli, a monseñor Jaime de Nevares, al rabino Marshall Meyer, e incluso al obispo Maccarone, amado por el pueblo de Santiago pero poco conocedor de la naturaleza humana. Ante laicos y ateos, SIGLA ensalza las virtudes humanas y pasión ciudadana de esos sacerdotes, y ante creyentes encarece su compasión y caridad con los oprimidos, su compromiso con los despreciados y su defensa de los derechos humanos de todas las minorías sexuales. (Continúa...)

No es el caso de Jorge Bergoglio, difusor de dogmas que llevan a extremos: así como la Revolución Francesa conduce a Robespierre, la revelación de Cristo lo llevó a vincular las necesidades y reclamos de gays, lesbianas, travestis y personas trans con el demonio. Bergoglio escribió en junio del 2010: “el Demonio (…) arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra.” No vio en la ley de matrimonio civil entre personas del mismo sexo una necesidad de oprimidos sin los derechos otorgados a otros ni la búsqueda de una vida mejor donde la felicidad fuera posible: creyó ver una trama del Malo.

Muchos creyentes homosexuales, bisexuales y trans se enojan con Dios al comprobar que les ha dado una naturaleza que hace probable la infelicidad. Un pastor debería explicarles que el origen del dolor no es Dios sino la sociedad, los prejuicios culturales y las creencias irracionales: pero Bergoglio afirmó en junio del 2010, que el matrimonio entre personas del mismo sexo era la pretensión destructiva al plan de Dios” y “una 'movida' del padre de la mentira". Muchos entendieron que los homosexuales éramos piezas movidas por el demonio, y oscuramente justificaron los asesinatos de Natalia Gaitán en marzo del 2010 por tener una mujer como novia, del prefecto Octavio Romero en junio del 2011 por haber comunicado a sus superiores que iba a casarse con un hombre, y el secuestro en febrero de este año del futbolista Ezequiel Barros, torturado por una madre que quería internarlo en un manicomio por ser homosexual. La sexofobia de la Iglesia Católica no le ha impedido proteger a sus integrantes paidófilos, pero a Bergoglio le dio fuerzas para oponerse a las Leyes de Educación Sexual de la Ciudad y de la Nación y diluirlas, dejando a miles de jóvenes indefensos ante las enfermedades de transmisión sexual, el SIDA y los nacimientos originados en violación y abuso.

En su Carta al Laicado, Bergoglio dice a su grey: En un tiempo en que ponemos énfasis en la riqueza del pluralismo y la diversidad cultural y social, resulta una contradicción minimizar las diferencias humanas fundamentales” , aludiendo a varón y mujer, y advierte: “Tengamos cuidado de que, tratando de anteponer y velar por un pretendido derecho de los adultos dejemos de lado el prioritario derecho de los niños (que deben ser los únicos privilegiados) a contar con modelos de padre y madre, a tener papá y mamá.” Como quienes condenaron a Galileo, no respeta la ciencia. Varón y mujer son resultantes del desarrollo embrionario, y el daño a los niños basado en el derecho a poseer modelos genéricos se apoya en la falsa ciencia de sicólogos como Gerard Aardweg, que desvaloriza toda investigación neurológica, genética y hormonal pero incluye en su bibliografía libros de demonología de hace siglos.

La naturaleza nos ha dado caracteres distintivos a gays, lesbianas y trans, pero aunque Galileo está reivindicado, Darwin sigue prohibido, y sus enseñanzas son necesarias para entender el desarrollo de los sexos y la variación del instinto sexual, determinado por la acción de las hormonas intrauterinas en el sistema nervioso central. La heterosexualidad, la bisexualidad, la homosexualidad y la transgeneridad son variantes naturales de la sexualidad humana, distribuidas en diferentes proporciones entre la población.

Mientras la Iglesia no admita la verdad científica seguiremos apelando a la Constitución y las leyes para que garanticen nuestros derechos obtenidos gracias al esfuerzo militante de las minorías sexuales, conquistas que defenderemos de manera inclaudicable. Y de quien ahora es ya Francisco esperamos que dirija su indudable poderío terrenal a los países que encarcelan y matan a las minorías sexuales, para que sus leyes crueles sean abolidas.

 

 

Rafael H. H. Freda

Presidente de SIGLA (www.sigla.org.ar)

Director de INSUCAP (DIEGEP C-180, www.insucap.org.ar)

Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario

Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires

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